Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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Sobreimplicados. Sobre series, salud mental en los domicilios y otras desterritorializaciones, por Claudia López Mosteiro


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Sobreimplicados

Sobre series, salud mental en los domicilios[1] y otras desterritorializaciones.

 

Claudia López Mosteiro

Merlí 1

¿Sobreimplicados? 1.

Merlí es una serie catalana actual, cuyo protagonista es un profesor de filosofía desocupado, separado, que ha tenido que mudarse junto a su hijo adolescente a la casa de su madre, por no poder pagar el alquiler.

Consigue una suplencia en un colegio secundario, en Barcelona; con la salvedad que es en el mismo curso al que concurre su hijo, a quien no le hace ninguna gracia tener a su padre de profesor. Provocador, intolerante y desafiante con sus pares y autoridades, empático, simpático y entrador con los alumnos, se los gana rápidamente –menos a su hijo, con quien la cosa es más difícil-, por momentos achicando la distancia, en el borde de lo aceptable para los cánones de ese instituto.

Ya el primer día le declara la guerra sorda a un colega a quien considera de entrada detestable. Escucha que éste ha sido destinado para visitar y dar clases en el domicilio a un alumno que no sale de su casa, ha dejado de concurrir a la escuela y se resiste a una consulta psicológica.

Merlí se le adelanta, va ese mismo día, en la calle se presenta ante la madre -mintiéndole- como el profesor asignado. Cuando toca el timbre nadie responde. Se queda entonces sentado en el piso del palier un buen rato, hablándole a través de la puerta al alumno a quien aún no conocía. Sabe que el joven lo escucha del otro lado. Cuando anuncia que se va, el chico abre la puerta.

Al día siguiente concurre el profesor asignado. Toca insistentemente el timbre, casi con furia. Ninguna respuesta del otro lado. Se va.

El director del instituto decide designar a Merlí como profesor de apoyo para el alumno, dado que es a él a quien ha elegido.

Siento una conmoción al reconocer una escena tan cercana. Nos ha pasado tantas veces con Alejandro, el paciente con quien nos pasábamos cartitas a través de la puerta, cuando no se decidía a abrir y dejarnos entrar, o cuando se encerraba en un pequeño placard o se escondía debajo de la cama, encontrándonos entonces varias veces en la situación de hablarle al placard donde la madre nos decía que estaba, o de dirigirnos al espacio de debajo de la cama, y que nos contestara desde el baño.

Pequeñas fugas, impulsivos desplazamientos domésticos, que nos desafiaban.

 

Está todo pago

¿Sobreimplicados? 2.

Salgo un domingo de mi casa, tomo un taxi. El taxista me reconoce antes que yo a él; es el padre de Alejandro, el paciente. El viaje es corto, tengo la fantasía de que no me va a cobrar, recordando las muchas veces que le pagamos el café a él, a su hijo y a la madre, las veces que lográbamos sacarlo de la casa, y tener una charla en el bar más cercano.

Por supuesto me bajo habiéndole pagado el viaje.

Pienso en cómo se van a reír mis compañeros de equipo cuando se los cuente.

 

Subí que te llevo

¿Sobreimplicados? 3.

Teo es un paciente de 28 años que hace ocho años no sale de su casa. En una visita me habla de una novia que tuvo, que hace mucho que no ve, y dice que le gustaría ir hasta la casa. Primera referencia en meses a un deseo de salir. No lo dudo, lo subo en mi auto y hacia allá vamos.

No queda muy cerca. Hay mucho tránsito a esa hora en la ciudad. En el camino empiezo a preguntarme qué estoy haciendo. No medí ninguna responsabilidad profesional, posibilidad de accidente de tránsito, descompensación del joven. Nada.

Llegamos a la cuadra donde vivía la novia, nos detenemos allí un rato; muy tranquilo mira el lugar, recuerda, desde adentro del coche. Volvemos.

Eso era todo. No pasó nada grave.

 

Merlí 2

¿Sobreimplicados? 4.

Fallece la abuela de uno de los alumnos, quien tiene como único familiar a un hermano con quien se lleva muy mal. Puestos a elegir el cajón y la sala, el hermano elige el más caro y la sala más grande, lo cual es un disparate pues no tienen cómo pagarlo. Sólo uno de sus compañeros va al velorio. Nadie más.

En otro episodio fallece repentinamente un profesor del instituto. Merlí les propone a los alumnos ir al velatorio en el corto tiempo entre su clase y el recreo. Aceptan. Salen del colegio sin avisar a nadie. Por supuesto llegan tarde a la siguiente clase.

Sanción para el profesor.

 

Hasta la muerte

¿Sobreimplicados? 5.

¿Hasta cuando acompañar a una persona que se está por morir? No somos un equipo de cuidados paliativos.

Atendemos en su domicilio a una mujer que padece de cáncer, ya en los últimos meses no se levanta de la cama; decidimos acompañarla, tanto a ella como a sus hijos, durante casi un año, hasta el final. Sus tres hijos, muy jóvenes, el mayor discapacitado, van a quedar casi a la intemperie. La familia ha venido desde San Luis hace muchos años para poder tener accesibilidad a los cuidados que requiere la salud del hijo mayor; el padre muere muy joven, apenas llegados a Buenos Aires. Tienen toda su familia en su provincia de origen.

¿Es sólo a ella a quien estamos asistiendo, cuidando, o también a su familia? Sabemos que en estos casos, son varios los que están allí implicados y así nos vamos involucrando nosotros, varios, los integrantes del equipo.

Durante esta intervención me tomo varias semanas de licencia. Ella me dice, te voy a esperar.

Voy al cementerio el día del entierro, para estar con sus hijos. No sé si era una necesidad de ellos. Sí mía.

Casi no había otro adulto allí.

 

Hasta en la muerte

¿Sobreimplicados? 6.

Durante el tiempo que duró el proyecto del Café Basaglia[2], estábamos preparados, o al menos lo creíamos, para algún imprevisto, pensábamos en alguna descompensación de alguno de los integrantes -que de hecho las hubo-; o bien el fantasma de alguna agresión, más que nada expresada por personas ajenas al proyecto, pero que alertaban sobre la vigencia del prejuicio sobre la peligrosidad de los locos. No habíamos calculado una muerte. Pero sucedió.

El mayor de los muchachos que trabajaban en el Café, de sesenta años, una mañana en plena tarea se sintió mal; vino la ambulancia, y en el trayecto al hospital se murió. Nuestra primera pregunta fue cómo lo tomaría su familia, y luego cómo comunicárselo a los compañeros. ¿Cómo reaccionarían?

Decidimos ir dos de nosotras esa noche al hotel donde vivía el que era allí su mejor amigo, casi de su misma edad. Al ver la inquietud con que le contábamos la triste e inesperada noticia, él se ocupó de “contenernos” y tranquilizarnos a nosotras. “No me voy a suicidar por esto, quédense tranquilas, ya he visto muchas de estas cosas”, fueron algunas de las palabras tuvo. Al día siguiente fuimos a hablar con otros dos, y la reacción fue similar.

A veces sobredimensionamos la reacción que los otros pueden tener ante los hechos de la vida, como ser una muerte. Casi desconociendo o menospreciando la capacidad que las personas tienen para afrontar esos momentos vitales.

Al entierro fuimos todos. Allí conocimos a sus hijas.

Una de ellas tiempo después se acercó al Café, manifestó su reconocimiento por lo que había significado para su padre ese tiempo en el proyecto, y ofreció retribuir con algo que ella sabía hacer, la filmación de un vídeo, un pequeño corto institucional del proyecto, que quedó hermoso y aún circula por las redes sociales.

 

Spostata

¿Sobreimplicados? 7.

Un día una chica que estaba internada en un CSM (Centro de Salud Mental) en Trieste, decía sin cesar: “Sono spostata, sono spostata…”. En mi incipiente comprensión del italiano deduje que esa palabra querría decir algo así como desplazada, fuera de lugar, fuera de eje.

Esa frase me quedó varios días resonando, quizás porque era algo que hablaba también de mi forma de estar en ese lugar. Mucho después me dijeron que quería decir, también, simplemente, estoy loca[3].

Con ella otro día salgo a caminar, ella me insiste, me doy cuenta casi al instante que no conozco mucho aún la zona, el entorno del CSM, cada vez nos alejamos más, no sé cómo hacerla volver, está totalmente sacada. Finalmente no sé cómo, me hace caso, o decide pegar la vuelta.

Otra vez –como con Teo-, me alejo de algún centro conocido, familiar; por suerte también sin consecuencias.

 

Implicándonos

Para el Análisis Institucional la noción de implicación es el “escándalo” que rompe con la idea de objetividad - neutralidad - no implicación - desimplicación.

Lourau[4] nos dice que sentimos como muy doloroso el análisis de nuestras implicaciones, o mejor dicho, de los lugares que ocupamos activamente en este mundo. O, podríamos agregar, del modo en que ocupamos esos lugares. Un grupo de trabajo, para funcionar, suele requerir que ocultemos un porcentaje importante de nuestro funcionamiento real o relacional.

En los últimos años, aventurarme a estar “spostata”, desplazada, corrida de los lugares, de los “centros” habituales, me permitió involucrarme e implicarme en situaciones que de otro modo no habría conocido ni podido pensar.

Y frecuentar la escritura es una via regia para mostrar -me- los modos en que ocupamos esos lugares.

 


 

[1] Me desempeño como psicóloga desde su creación en 2003, en el Programa de Asistencia Domiciliaria Psiquiátrica-Psicológica-Social Programada en Situaciones de Crisis (AdoP-AdoPi), que depende de la Dirección de Salud Mental de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

[2] Desde 2011 hasta 2014 participé en la construcción del Café Basaglia, emprendimiento social en Salud Mental que se implementó en la Ciudad de Buenos Aires, fuera de un hospital psiquiátrico, en la comunidad, teniendo como objetivo la capacitación para la reinserción social y laboral de personas con padecimientos mentales.

[3] López Mosteiro, Claudia. “Relato de una experiencia de pasantía en Trieste”. Revista Topía. Enero 2012. http://www.topia.com.ar/autores/claudia-lopez-mosteiro

[4] Lourau, René. (1993). Análise institucional e Práticas de Pesquisa. Rio de Janeiro. Universidade do Estado do Rio de Janeiro. Gráfica UERJ.

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